lunes, 27 de mayo de 2013

Justa Palma de Oro a ‘La vida de Adèle’


Abdellatif Kechiche, en el centro, junto a las actrices Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, que lo besa al recibir la Palma de Oro. / Alberto Pizzoli (AFP)


Afortunadamente no apareció el disparate ni la excentricidad caprichosa en el palmarés del Festival de Cannes. Los gustos y la valoración del ilustre jurado se han puesto de acuerdo con lo que pensábamos la mayoría del público y de los cronistas. La Palma de Oro, concedida a la extraordinaria película francesa La vida de Adèle ha confirmado entre otras cosas la sabiduría de Steven Spielberg para reconocer el talento en un tipo de cine que no guarda relación con el que él realiza habitualmente, preocupado por algo tan necesario como crear gran espectáculo y llegar a todo tipo de espectadores.

La vida de Adèle, dirigida por el tunecino Abdellatif Kechiche, es un prodigio intimista, una película que bucea con arte y sutileza a lo largo de tres intensas horas en los sentimientos de una mujer a la que seguiremos durante una década de su existencia. La conoceremos con 15 años, en la edad del desconcierto y la inseguridad, intentando en vano que su sexualidad siga los cauces que le aconseja su entorno escolar, social y familiar. Nos despediremos de ella siendo una adulta probablemente devastada, alguien a la que la soledad le va a ofrecer excesiva y torturante compañía. Pero mientras tanto ha vivido y padecido, se ha encontrado a sí misma y se ha vuelto a perder, ha disfrutado de la plenitud que proporciona el amor correspondido y ha sufrido el desgarro de su inconsolable pérdida.

Kechiche narra admirablemente la evolución de esta cría, su salvador encuentro con una mujer que le descubrirá no solo las necesidades de su cuerpo y de su alma, sino otras muchas cosas luminosas, también el horror de la ruptura cuando el tiempo se ha encargado de desgastar una relación que alguna vez fue modélica. Todo lo que cuenta posee veracidad, complejidad emocional, la sensación de que conocemos y nos implicamos en lo que sienten sus personajes, de que nos ha mostrado con enorme sensibilidad su anverso y su reverso, lo que expresan y lo que callan. Las escenas de sexo son explícitas y largas. Provocan turbación. Las actrices tienen que poseer una confianza ciega en su director para que no las haya frenado el pudor. Las formidables Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux están más allá del elogio. No les han dado el premio de interpretación, pero Spielberg al otorgar la Palma de Oro a esta película ha resaltado que el galardón les corresponde conjuntamente al director y a sus actrices, algo tan insólito en las decisiones de los jurados como merecido en este caso.


elpaís.com - Carlos Boyero - Cannes - 27 MAY 2013

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