domingo, 11 de diciembre de 2011


Botellas de plástico para iluminar un millón de hogares pobres en Filipinas


 Se está utilizando para dar luz a filipinos sin acceso a la luz artificial o poder adquisitivo para pagar por ese servicio.
    "Este método permite que los rayos del sol atraviesen la botella. Entonces, la refracción de la luz al entrar en contacto con el líquido ilumina toda la casa", explican los que la han ideado.
    No funciona por la noche, aunque se les puede sacar rendimiento si se tiene la suerte de vivir cerca de una farola.
    Filipinas es el segundo país de Asia con la tarifa eléctrica más alta, sólo por detrás de Japón.



La bombilla ecológica hecha con una simple botella de plástico repleta de agua y lejía, ilumina colgada del techo los hogares de los filipinos sin acceso a la luz artificial o poder adquisitivo para pagar por ese servicio.

"Este método permite que los rayos del sol atraviesen la botella. Entonces, la refracción de la luz al entrar en contacto con el líquido ilumina toda la casa", explica el empresario Illac Diaz, impulsor de la iniciativa Isang Litrong Liwanag (Un litro de luz, en tagalo) promovida por la fundación My shelter.

La iniciativa, que ya ha supuesto alumbrado casi gratuito para unas 25.000 moradas de las barriadas más pobres, partió de una idea desarrollada por el Instituto Tecnológico de Massachussets, de Estados Unidos.

"Queríamos algo que se pudiera hacer con materiales disponibles para todo el mundo y con herramientas sencillas", apunta Díaz.

¿Cómo funciona?

Los voluntarios del programa Un litro de luz, ayudados por el Ejército durante jornadas benéficas especiales, fijan la botella a una lámina de fibra de vidrio con un orificio en medio y la llenan parcialmente con agua purificada (que permite una mayor claridad) y tres cucharadas de lejía para evitar la formación de moho u otras formas de vida en al menos cinco años. Después sellan la botella herméticamente, agujerean el tejado de la chabola con un taladro y colocan el artilugio.

El morro de la botella queda en el exterior, como una chimenea diminuta, y capta la luz solar, que se expande en el líquido y refulge de manera parecida a una bombilla convencional de bajo consumo.

Este ingenio da luz gratuita durante el día en las chabolas, por lo general apiñadas las unas con las otras y en las que disponer de una sola ventana es casi una quimera. Aunque el artilugio no funciona por la noche, Díaz sostiene que "algunas personas que viven cerca de una farola también tienen luz después de la puesta de sol".

"No pensaba que una botella pudiera darnos luz, esto nos va a permitir ahorrar muchos pesos en electricidad", dice Lita, una mujer de 42 años que contempla incrédula cómo brillan los dos "bulbos de luz" que acaban de instalar en el techo de su chabola.

Filipinas, un país donde alrededor de un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, es el segundo país de Asia con la tarifa eléctrica más alta, sólo por detrás de Japón.

"La gente nos suele decir que todas las semanas tiran botellas a la basura y al mismo tiempo tienen que elegir entre vivir a oscuras o pagar más por la factura de la luz. Y la solución estaba todo el tiempo delante de ellos", comenta Díaz.

El coste aproximado del material (una botella, una lamina de zinc o fibra de vidrio, el agua purificada, la lejía y el aislante para fijar el ingenio) ronda un dólar (75 céntimos de euro) y hasta el momento, los materiales, ensamblaje y colocación de la bombilla han sido costeados con las donaciones.

El objetivo final es cortar la dependencia de la caridad y formar a pequeños emprendedores con conocimientos técnicos que instalen las bombillas de casa en casa a un precio módico para de esta forma combatir el desempleo entre los filipinos más pobres.

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